La colección / Mayo 3 / Augusto F. Giani


Por COLECCIÓN, en Le Littré, (famoso diccionario francés editado entre 1873-1878) se lee lo siguiente: “todo lo que es la causa, el sujeto de una pasión”. Figurado y por excelencia: el objeto amado.
En el sentido de la colección, los objetos son no solo un cuerpo material que resiste, sino un recinto mental en el cual él (uno) reina, una cosa de la cual él (uno) es el sentido.

El coleccionista / Degas

EL OBJETO ABSTRAIDO DE SU FUNCION
El refrigerador con fines de refrigeración, no es un objeto, sino un refrigerador. POSESIÓN nunca es la posesión de un utensilio, pues eso nos remite al mundo. POSESIÓN es la posesión del objeto abstraído de su función, y colocado como parte de un sistema gracias al cual el sujeto trata de reconstruir un mundo, una totalidad privada.
Posesión-abstracción-valorización.
Para el sujeto, el objeto útil pertenece al mundo práctico, mientras que el objeto poseído pertenece a la totalización abstracta del sujeto, fuera del mundo práctico. En esa abstracción, el objeto cobra un status estrictamente subjetivo. Ahí, en la catalogación del objeto es donde el sujeto da sentido al objeto y se produce la abstracción y valorización.
Por eso la apreciación de un solo objeto es tan satisfactoria y tan decepcionante a la vez. Solo una organización mas o menos compleja de objetos, que remitan los unos a los otros, hace de cada objeto una abstracción suficiente para que pueda ser recuperado por el sujeto en la abstracción vívida que es el objeto de la posesión. Esa organización es LA COLECCIÓN.

EL OBJETO PASION
“La afición a coleccionar es una suerte de juego pasional.” MAURICE RHEIMS escritor tasador de arte.
La fase activa del coleccionador puede situarse entre la prepubertad y la pubertad. Mas tarde son los hombres de mas de 40 los que se dejan atrapar por esta pasión. Se ve una relación con lo sexual, como una compensación poderosa en las fases criticas  de la evolución sexual. La conducta de coleccionista no equivale a una practica sexual, no apunta a una satisfacción pulsional, pero puede permitir una satisfacción reaccional tan satisfactoria como la otra.
La pasión del objeto nos lleva a considerarlo como una cosa creada por dios. Fue imaginada para dar gusto a los coleccionistas. “Estoy loco por este objeto” lleva al sujeto a un ambiente de clandestinidad, secuestro, secreto, mentira. Este juego apasionado es lo que hace sublime esta conducta regresiva y justifica la opinión según la cual todo individuo que no colecciona nada es sino un cretino y un pobre despojo humano.
En cambio el coleccionista es sublime por su fanatismo no por la naturaleza de los objetos que colecciona.
La distinción se realiza entre amateur y coleccionista.
El amateur jugaría solo por el encanto diverso y singular, mientras que el coleccionista amaría los objetos en función de su sucesión en una serie.
El goce de uno y otro proviene de la posesión, la singularidad absoluta que lo hace equivalente a un Ser y en el fondo equivalente al propio sujeto, y por otra parte expresa la posibilidad de la serie, por consiguiente, de la sustitución indefinida del juego.
Buscar, ordenar, jugar y el reunir. Nos lleva al mundo personal donde vuelven a reaccionar y a resucitar antiguas nuevas emociones. En general los objetos son lo único existente cuya coexistencia es verdaderamente posible, sus diferencias no nos enfrentan unos a otros, sino que convergen dócilmente hacia mi y se suman sin dificultad en la conciencia. Todo puede ser poseído, investido o, en el juego del coleccionista, colocado, clasificado, distribuido. El objeto se vuelve espejo pero un espejo perfecto que nos devuelve imágenes deseadas no reales.
He ahí por que se invisten los objetos de todo aquello que no pudo lograrse en la relación humana y he ahí por que el hombre regresa para “recogerse”. Este recogimiento es una regresión, los objetos desempeñan un papel regulador  en la vida cotidiana, en ellos desaparecen neurosis, se recogen muchas tensiones y energías en duelo. Es lo que les da un alma, lo que hace que sean nuestros.

UN JUEGO SERIAL
¿Cómo puede dejarse atrapar la conciencia?
Es ahí donde se ejerce la astucia de la subjetividad: el objeto poseído nunca es una mediación pobre. La calidad especifica del objeto, su valor de cambio, pertenece al domino cultural y social, su singularidad absoluta, por el contrario, es algo que tiene como campo el ser poseído por mi, puedo reconocerme en el objeto como ser absolutamente singular.
Este circuito cerrado puede regir también las relaciones humanas, pero entre sujetos la proyección narcisista a varios sujetos es imposible de sostener, mientras que un objeto no se opone al proceso de proyección narcisista sobre un número indefinido de otros objetos. Al contrario, el objeto impone la necesidad del número, e impone LA COLECCIÓN.

DE LA CANTIDAD A LA CALIDAD. EL OBJETO UNICO. 
Se podría objetar a esta hipótesis la pasión precisa del amateur por un determinado objeto. Pero es evidente que el objeto único no es, precisamente, sino el termino final en el que se resume toda la especie, el termino privilegiado de todo paradigma. Que es para así decirlo de una vez, el emblema de la serie.
En un texto, La Bruyere (escritor francés 1645-1696) describe un coleccionista de estampas. Cuenta que se ve forzado a renunciar a las estampas dado que en su colección Callot (grabador francés 1592-1635) faltaba uno que “desde hace veinte años me vengo esforzando por encontrarla y he comenzado a desesperar por lograrlo….” es un objeto único especificado por su posición final que nos da la ilusión de una finalidad particular.
Esto es simbolismo del objeto, en el que se resume una cadena de significados en uno solo de sus términos. El objeto tiene un valor excepcional, pero en la ausencia.
Esa falta, aunque se viva como un sufrimiento es por lo cual el sujeto se recobra, en cambio la presencia del objeto final, en el fondo significaría la muerte del sujeto, pues la falta de este término le permite al sujeto vivir en un objeto ausente, es decir conjurar la elisión que lo alejaría de la realidad.

El objeto verdaderamente único, absoluto, hasta tal punto que no tenga antecedentes, que carezca de dispersión en cualquier serie que sea, es inconcebible. No existe, como tampoco existe un sonido puro.

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