IRA / Joaquin Nudel / Miércoles 8 de diciembre

El hombre de la pistola es el general Nguyen Ngoc Loan, de la policía survietnamita y el asesinado es un prisionero del Vietcong.

Esta imagen es uno de los iconos de la Guerra de Vietnam (1959-1975), merecedora del Pulitzer en 1969. Fue tomada por Eddie Adams, el 1 de febrero de 1968, quién

declaró: El general mató al prisionero con la pistola y yo maté al general con mi cámara.


Abraza, exprime y aprieta el pecho, nos pisa, nos empuja al abismo liberador.

En el golpe de la caída esta la solución o la perdición. entonces nos encerramos y evitamos estallar para que nada se rompa. ¡Pero queremos romper, claro que queremos romper, ¿pero cómo, y sobre todo qué?,

Queremos romper, no sabemos si por el mero desahogo de romper, de ver como se parte, de ver nuestra fuerza destructiva plasmada o si lo que nos reconforta es lo roto, verlo agonizante en el piso y que nos mire con sus mil ojos en partes y creernos así, mas fuertes y capaces de lastimar.

Lo que si sabemos es lo que pasa cuando no logramos nada. Nos apretará más, nuestras costillas se incrustaran y apretaran nuestros pulmones y el corazón. No sabremos cómo reaccionar y si tenemos suerte lloraremos o mataremos, sino caeremos rendidos sin saber qué hacer, para decir que si a todo y callar con el pecho hundido, y el corazón chorreante. Hasta que nuestra piel no pueda contener más el hervor rojo, y ambos se mezclen en un mar de dolor.

El momento en que nace la venganza nace la evolución. Vengar a alguien implica reconocerlo como propio y diferente a uno. La venganza acomete, no espera a la razón, se nutre de nuestra violencia para saciar la ira. La más primitiva forma de justicia esconde una raíz inevitable: la violencia late en lo que vive sin dependencia ninguna de causa ni motivo. El dolor llama a la ira, al violento deseo de la destrucción, al cauce destructor de una violencia sin sentido. La violencia no tiene sentido; tampoco tiene dirección. Se dirige sólo si logramos darle cauce, darle un sentido, colocarla en una dirección más o menos voluntaria. Expresión del vínculo, expresión fenoménica de la tensión, la violencia no tiene moral.

La integridad de la comunidad está en peligro. La ira desencadena la violencia que se nutre de la venganza como Escuela, como institución capaz de darle continuidad y permanencia en un círculo violento sin fin. Existe la trampa de creer que la violencia tiene un motivo primigenio, un origen que se funda en la verdad y legitima o no su expresión según la determinación de quien la ejerce. Pero es necesario asumir que no se trata de eliminar al violento: la violencia es tan nuestra como nosotros mismos.

Ante la inminencia del peligro, ante la violencia destructiva sin freno, la comunidad se protege en la representación, en el reemplazo. Como expresión sublime de la Idea, el sacrifico ofrece un cauce inocuo a la violencia, una mentira que todos podamos creer y nos permita engañar a nuestra ira. Y es que ella es tan necesaria como inevitable, es potencia, es expresión de la inmediatez (liberación de lo reprimido irracional espontáneo) de la impronta, de la urgencia, es detonación de un cambio que no debe esperar y que no puede hacerlo.

La víctima propiciatoria nos permite matar sin peligro de morir, nos permite destruir sin ser destruidos.

El reemplazo ejercido por el sacrificio para la contención de la violencia se manifiesta hoy en el condicionamiento Moral y la obediencia ante la Ley

La negación de la violencia es vana, tan vana y peligrosa como la negación de la lluvia. Es preciso asumir la violencia para darle sentido y obtener con ella la detonación de un cambio y no esconderla en nombre de una paz tan violenta como perversa que nos reduzca a la obsecuente aceptación de una Moral de sometidos. Negar la violencia mirando hacia otra parte equivale a sufrir las consecuencias de un estallido que habrá de sorprendernos mientras tratamos de convencernos de que la paz está garantizada, y por sobre todas las cosas condenará a la violencia a manifestarse como lenguaje en la medida en que seremos incapaces de darle un cauce creativo que la desplace de su desencadenamiento intestino, lo que equivale a participar en nuestra evolución reconociendo el sacrificio.

Sin embargo para la mayoría de las culturas la ira es objeto de negación. Es algo que debe ser ocultado e incluso castigado. Mas cercana a la animalidad que a la humanidad, por su carácter irracional hay que omitirla. En muchas épocas, pero sobre todo a partir de la modernidad, todo aquello que no entre dentro de lo racional, cuantificable y medible debe ser excluido. La ira es impredecible y puede hacer que las personas lleguen a arriesgar su vida y la del resto.

El más común concepto occidental de ira es el que hace referencia a aquellos sentimientos de violencia, enojo, angustia e indignación generados en torno a situaciones o personas específicas. La ira es para muchos psicólogos y profesionales un sentimiento de descontrol anímico que puede resultar muchas veces en diferentes tipos de violencia, especialmente si no está bien canalizada. Conocida como uno de los siete pecados capitales, la ira es sin dudas un instinto que, dependiendo de los casos particulares, puede acercar al ser humano al estado casi animal en el cual el uso de la razón queda bloqueado por los sentimientos irracionales

La ira es claramente uno de los sentimientos más complejos del ser humano, aunque pueda ser relacionado con instintos casi animales. Siendo esto verdad, la ira puede convertirse en un verdadero problema si no es propiamente canalizada o neutralizada, generando en el individuo diferentes tipos de manifestaciones. Estas manifestaciones pueden ser físicas y pasajeras (como ruborización, acaloramiento, presión alta, palpitaciones violentas) pero también pueden dejar un rastro psíquico a través de la angustia, la ansiedad, la insatisfacción, el enojo y un constante estado de ánimo negativo.

Para la psicología freudiana, la ira es el producto de una falta de amor o de cariño. Además, Freud planteó también en sus escritos la posibilidad de que exista cierta predisposición genética para que un individuo tenga tendencias a sentir diferentes grados de ira ante determinadas situaciones. En este sentido, la psicología siempre sostiene la peligrosidad de que existan sentimientos de ira en una persona y que estos no sean adecuadamente canalizados, generando así situaciones de riesgo para terceros y para uno mismo. Se cree que la ira entendida como un valor de supervivencia puede transformarse en un elemento positivo si es responsable de llevar al individuo hacia una búsqueda de soluciones y posibles factores de ayuda.

La ira ha desde siempre llamado la atención del ser humano y esta condición ha sido el sujeto de diferentes obras literarias y exploraciones analíticas a lo largo de la historia de la humanidad. Este interés puede deberse a que los sentimientos de ira son generalmente indomables e inmensurables, poniendo en juego nuestra naturaleza animal y salvaje ante aquello que nos diferencia de las bestias.

Según la Iglesia Católica es uno de los siete pecados capitales del ser humano. Puede ser ira contra los demás, plasmada mediante el asesinato, o ira contra uno mismo, ejecutada mediante el suicidio. De ambas formas es condenada por el catolicismo, ya que el castigo ha de dejarse en manos de Dios.

En el Islam, donde, la ira se considera como muestra de debilidad. Mahoma ha dicho: El fuerte no es el que supera gente por su fuerza, sino que fuerte es el que se controla mientras que sufre de ira. Los mejores de ustedes son los que son lentos de enfadar y rápido en calmarse… Guárdate de ira, porque es un carbón vivo en el corazón de los descendientes de Adán.

En el budismo se define como: "ser incapaz de soportar el objeto o la intención de causar daño al objeto”. Se considera como una aversión con una exageración más fuerte, y se enumera como uno de los cinco obstáculos. Es una idea falsa común que los santos espirituales nunca sufren ira. Esto no es verdad: incluso el Dalai Lama, el gurú espiritual de monjes tibetanos, se enoja. Sin embargo, hay una diferencia, una persona espiritual está más enterada de la emoción y de la manera en la que puede ser manejada. Así, en respuesta a la pregunta: "¿Es la ira aceptable en el budismo?" El Dalái Lama contestó: "El Budismo en general enseña que la ira es una emoción destructiva, y aunque la ira pudo tener algunos efectos positivos en términos de supervivencia o ultraje moral, no acepto la ira ni la agresión como una emoción virtuosa ni como comportamiento constructivo. El Buddha Gautama ha enseñado que hay tres kleshas (obstáculos al conocimiento) básicas en la raíz del samsara (ignorancia, ilusión) o en el ciclo vicioso del renacimiento. Éstos son avaricia, odio y engaño (también traducible como el apego, la ira, e ignorancia). Nos traen la confusión y la miseria más que la paz, felicidad, y el éxito. Está en nuestro propio interés purificarlos y transformarlos”.

Hoy en día se suelen crear métodos o "terapias alternativas" que pretenden acallar la ira, sin lograr solucionarla o canalizarla en algo creativo o realmente liberador:

Ritual con raqueta para sacar la rabia, la ira y el enojo. Este ritual es muy poderoso, hoy en día se usa en todas las psicoterapias corporales modernas y tiene alcances insospechados. Suponte que te enojaste con tu pareja o con tu jefe, llegas a la casa y tomas una raqueta (o bat) y buscas una cama o sofá acolchonado donde puedas golpear a gusto. Entonces pones mentalmente en frente de ti a la persona con la que tuviste el problema, cierra los ojos y trae a ti todo el sentimiento de furia que te produce esa persona o situación. Toma la raqueta con las dos manos y golpea lo más fuerte que puedas sobre la cama o sillón, empieza a decirle al otro todo lo que salga de tu ronco pecho. No te detengas, dile que no soportarás un minuto más sus estupideces, que lo sacas de tu vida, que se vaya mucho al carajo, que se muera. Al cabo que todo esto es ficción, no perjudicarás en nada al otro digas lo que digas, es una fantasía y nada más. Cuando te canses, detente un poco, pero no pierdas el contacto con la emoción de enojo y vuelve a empezar. Es importante que no te vayas a la tristeza, porque debajo de la tristeza está la ira, y esa es la que nos importa sanar. Al terminar te sentirás totalmente aliviado, el enojo se habrá esfumado y hasta te caerá mejor la otra persona con la que tenías problemas. Ten tu raqueta a la mano para cualquier ocasión

En Japón les enseñan a los niños un método muy simple para controlar la ira. Les dicen que cuando sientan ira, no hagan nada al respecto, que solo respiren hondo.

Inténtalo y no serás capaz de sentirla. ¿Por qué? ¿Solo porque respiras hondo no puedes ponerte furioso?

Resulta imposible por dos razones: en primer lugar, la ira necesita un ritmo particular de respiración. Sin tal ritmo la ira no es posible. Se necesita un ritmo de respiración desacompasado, caótico para que pueda surgir la ira.

Si respiras hondo es imposible que surja la ira. Si respiras hondo de forma consciente la ira no podrá expresarse. Necesita un tipo diferente de respiración. No tienes que proponértelo, la misma ira se encargará de marcar un nuevo ritmo. Si respiras profundamente no podrás enfurecerte.

En segundo lugar, la mente se desplaza. Cuando sientes ira y respiras hondo, tu mente se desplaza de la ira a la respiración. El cuerpo no se encuentra en el estado óptimo para enfurecerse.

Por eso, por estar entrenados desde la infancia, generalmente los japoneses son gente controlada.

Los procesos fisiológicos y los procesos psicológicos no son dos cosas distintas, son una misma cosa, y puedes empezar desde cualquiera de los dos extremos a trabajar para cambiar el otro. Nada se halla separado en un ser humano. El cuerpo no solo está conectado consigo mismo, está relacionado con la mente, y así cuerpo y mente (psico y soma) están conectados con un alma trascendental

Realmente, ¿creemos que esto pueda funcionar, que esto nos deshaga de la ira? Y por otro lado ¿es realmente posible y necesario controlarla y reprimirla, como piden las religiones?

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